Friday, October 31, 2008

The Human Effect

“Solemos abordar las crisis y los grandes sucesos históricos dándole mayor importancia a los factores cuantitativos que a los cualitativos. Si se trata de eventos financieros relevantes parece innecesario el análisis cualitativo y ese es el primer error grave del inversionista…” Warren Buffett

Lo increíble de nuestros sistemas económicos es que un grupo de personas, cada vez más reducido y poderoso, tiene la capacidad de controlar los destinos de millones. Se trata de un sistema oligárquico, imperfecto, inoperante y condenado al fracaso. La naturaleza del mercado se ha desvirtuado por completo, las utilidades han desplazado a las personas, el valor tiene sustento en la especulación y no en el trabajo. Los individuos y sus familias se han convertido en la “demanda”, con todas sus infinitas variables. ¿Quién pagará el precio de deshumanizar el mercado?

Desde mediados de los noventas, cuando el boom de las empresas “.com” y de tecnología apenas florecía, los inversionistas empezaron a crear una burbuja en torno a la dinámica de este nuevo sector. Nadie podía prever el impacto económico real que todas esas innovaciones podrían traer al mundo, y sobre todo, nadie podía imaginar con certeza el grado de rentabilidad que muchas de esas empresas alcanzarían más tarde. Motivados por el deseo de encontrar una nueva “Fiebre del Oro” en pleno siglo XX, inversionistas de todo el mundo destinaron miles de millones a la compra de títulos de esas empresas. Parecía un comportamiento natural de los mercados: una nueva oferta con gran potencial llamada “tecnología”, con una demanda masiva llamada “capital”. Era el nacimiento de una nueva era, la era del internet.

En aquel entonces los nuevos emprendedores tecnológicos eran considerados dioses, la internet tenía un potencial infinito y con ello los negocios “.com” constituían la oportunidad soñada para todo inversionista. Las acciones de empresas como Microsoft, Unisys, IBM, HP y muchas otras que cotizaban en el recién creado índice NASDAQ, habían alcanzado precios estratosféricos. Incluso compañías sin experiencia, sin historia en el mercado, podían valer 3 ó 4 veces más que compañías consolidadas y con años de rentabilidad probada.

Warren Buffett fue el único de los grandes inversionistas que jamás decidió apostar en esta burbuja por varios factores: primero porque consideraba que su dinámica era irracional e irreal. Segundo –aunque menos importante- porque no conocía ni entendía como estas nuevas empresas iban a ser capaces de crear toda la riqueza que sus inversionistas esperaban que crearan. Tercero, porque históricamente las inversiones en innovaciones, como el auto o los aviones, habían probado no ser tan rentables como las inversiones tradicionales a las que Buffett se había avocado toda su vida.

“El tipo se ha vuelto completamente loco…” “Pobre Buffett, es el fin de su era…” “Buffett no entiende de tecnología y no entiende que ha perdido la oportunidad del siglo”, estas y muchas otras expresiones, según la más reciente biografías escrita sobre Buffett “The Snowball”, eran frecuentes en los pasillos de casas de bolsa, bancos o incluso en los auditorios donde Buffett se presentaba para hablar sobre los mercados. De 1999 a 2001 las acciones de Berkshire Hathaway habían perdido más del 30% de su valor y parecía que nadie podría salvarlo. La nueva dinámica de especulación, motivada por una nueva generación de inversionistas, estaba apabullando al “viejo” Buffett y sus apuestas de valor.

Lo que sucedió 3 años después, en 2002, para todos fue una sorpresa con excepción de Buffett. El índice Nasdaq se desplomó y así, súbitamente, desaparecieron miles de compañías y los valores de sus acciones se desplomaron. La especulación y la dinámica que promovía, habían fracasado a un costo inimaginable. Warren una vez más había dado una lección a los mercados, una de las más grandes quizá: la especulación, sin sustento e irracional, condena al fracaso a todo aquel que apueste por y con ella. Poco después las acciones de Berkshire Hathaway repuntaron a sus máximos históricos (USD$170,000 por acción); pero sobre todo el prestigio, el respeto y la admiración por Buffett habían escalado hasta lo más alto.

¿Cómo pueden sustentarse los mercados ante la especulación? Si las empresas pierden valor por la percepción de ciertos inversionistas, o por el pánico generado por un suceso ajeno a la dinámica de los sectores donde participan, o si simplemente aparece una nueva “fiebre de oro” y sus actividades les parecen menos atractivas a los dueños del capital, entonces las alternativas parecen estrecharse y la dinámica del mercado se dirige a su autodestrucción. Si dejamos de reconocer el factor humano, ese que al mismo tiempo genera valor con su trabajo y que con su avaricia puede restarle importancia a todo menos a las ganancias, entonces dejaremos de entender la naturaleza de nuestra propia actividad económica.

El hombre es el centro, principio y fin de la economía. Los mercados existen porque los individuos con tales ó cuales características están dispuestos a demandar ciertos productos ó servicios que un grupo de empresas ofrece. Las decisiones de esos individuos generan valor, y ese valor se traduce en dinero. Y el dinero tiene sentido por su valor real, es decir por aquello que nos permite obtener a cambio. Esa es la verdadera naturaleza de lo que hacemos, el trabajo es el activo real y el dinero es la valuación de ese trabajo. Ni más ni menos.
Pero la complejidad humana es también la complejidad socio-económica que nos rige. En el mundo real, los hombres persiguen objetivos distintos y aquellos que logran acumular más poder e influencia, pueden transformar las realidades a su favor, aún cuando perjudiquen a las mayorías.

En algún momento, en alguna coyuntura económica, algún grupo de inversionistas decidió que el trabajo y el valor del trabajo no eran suficientes para capitalizar los mercados, que las inversiones tendrían que hacerse en función de ciertos riesgos y variables cada vez más complicadas, que los mercados debían regirse por la especulación. En ese punto los hombres no fueron más hombres, sino máquinas de consumo, las empresas no fueron entes sociales, sino entes deshumanizados. El trabajo dejó de ser el pilar fundamental de la actividad económica. El futuro y la percepción que de él tuvieran unos cuantos, se convirtió en lo importante. Y esa dinámica nos ha traído hasta donde nos encontramos hoy. Con un modelo económico inoperante, e irracional como el de las empresas “.com” en el 2000. Con derivados e instrumentos financieros que permiten a las empresas ganar más dinero especulando que vendiendo sus productos o servicios. Un mercado que desmotiva la producción tradicional, la generación de riqueza natural, y que motiva a los empresarios e inversionistas a convertirse en parte de esa dinámica destructiva.

El mundo paga hoy las consecuencias de ignorar su propia naturaleza. Las minorías que controlaron el mercado, la avaricia que permeó el ambiente y la búsqueda desmedida de utilidades han pasado una factura histórica. Hoy más que nunca la teoría de Buffett prueba su razón y acierto: el trabajo no podrá deshumanizarse, el valor no puede determinarse en función de lo que ese trabajo representará sino de lo que realmente representa, y la rentabilidad es y siempre será el valor que los individuos perciben como recibido.
Apostar por las empresas y por la actividad económica bajo las reglas que el mercado -y no su naturaleza- dicten, es apostar también a la especulación y a la percepción de unos cuantos. Crear instrumentos que proyecten rentabilidad bajo ciertas premisas futuras, jugar a la “fiebre del oro” cada vez que hay algo nuevo y prometedor, son la sentencia humana que habrá de condenarnos al fracaso permanente.

El valor del éxito de Buffett no radica en el valor de su fortuna, sino en la constante prueba de que quién sigue la naturaleza del mercado, asume el efecto humano inherente a él, y promueve la creación de valor sustentada en el trabajo, vencerá hoy, mañana y siempre. En lo hondo, racional y coherente de esta apuesta, debemos reconocer nuestra equivocación, y también, nuestra alternativa para un mejor futuro.

“El mercado es humano, el mercado somos tu y yo…¿y que acaso no somos imperfectos? Nadie puede predecir el futuro, y nadie debería seguir al que lo haga…”
Warren Buffett

2 comments:

Anonymous said...

Hola

Hace tiempo que leo sobre buffet y apenas me tope con tu blog, me parece muy cierto lo que comentas sobre su conocimiento en las bolsas de valores, tambien me gusta leer de R. Kiyosaki y su vision de los vienes raices

suerte con tu blog y estamos en contacto

Santiago H.G. said...

Jonathan, muchas gracias por tu comentario. Creo que lo mas importante sobre Buffett, más alla de sus exitosas inversiones, es su filosofía de vida y como siendo congruente con ella a escalado todas las posiciones posibles.
R. Kiyosaki tambien es un buen autor, y si te interesan los bienes raices hay algunos Hedge Funds, y Sociedades de Inversión con propuestas interesantes (Colonny, Vanguard, etc) Estamos en contacto y estaré escribiendo cada semana, ojalá puedas darte una vuelta por el blog. Saludos